miércoles, 27 de agosto de 2008

¡Cuidado con la Constitución!

¡Cuidado con la Constitución!
Julio Mariñez Rosario


Los atenienses hacían remontar su Constitución a las reformas de Clístenes, en el 508 adC, año que suele tomarse como fecha de nacimiento de la democracia. Pericles, sobrino nieto de Clístenes, implementó en la Atenas Imperial el primer gobierno de elección popular. Desde entonces, los pueblos de occidente prepararon, en el marco de la constitución clisteneana, diferentes adecuaciones y modalidades. Siguiendo el proceso histórico, los países latinoamericanos y del Caribe adoptaron los principios que derivaron de la revolución en EEUU y Francesa a finales del siglo XVIII; así ha ocurrido posteriormente, hasta el presente, con las reformas constitucionales que se han venido realizando en todos estos países.


La primera Constitución dominicana, influenciada por la de Cádiz de 1812, fue proclamada el 6 de noviembre de 1844. El fervor democrático que acompañaba esta conquista fue atropellada por Pedro Santana, primer presidente dominicano, con el artículo 210 que lo convertía en dictador. Se repitió en la revisión de 1854, que aunque eliminó el artículo 210 de la Constitución, dispuso en el ordinal 22 artículo 35, la potestad de tomar medidas dictatoriales. La Constitución liberal aprobada por la Cámara de Diputados, en la villa de Moca, el 19 de febrero de 1858, fue atropellada de nuevo por Santana al recuperar el poder. Desde entonces, trajes a la medida, han sido los diferentes proyectos de reformas constitucionales en nuestro país.


Muchos son los temas que agobian la cotidianidad de los dominicanos, colocando de bulto la ineptitud y la corrupción del gobierno de turno. Otros muestran las fallas del sistema político que exigen una reforma urgente orientada a institucionalizar principios de participación democrática, transparencia, eficiencia, rendición de cuentas, administración pública en beneficio del ciudadano, entre otros puntales que fortalecen y hacen del sistema democrático un órgano vivo y perfectible en el tiempo. Pero nos atormentan los problemas del día a día y el gobierno luce feliz ya que desvía la atención sobre la impostergable reforma constitucional.


Varios han sido los elementos desencadenantes que han desatado el proceso de cambio en el país. La muerte de Trujillo, el triunfo electoral del PRD y la presidencia de Juan Bosch, la Guerra Patria y constitucionalista de abril de 1965, los sucesivos gobiernos del PRD que dieron al traste los 12 años de Balaguer, entre otros. A estos elementos de carácter político hay que agregarle otros de índole económicos, social, internacional, cuya interconexión identifican el cambio como complejo y múltiple.


Estamos en una etapa en que el liderazgo político y lo que significa en el marco de la teoría política, facilita el proceso de democratización, ya que los actuales actores políticos están formados en una época en que las formas autoritarias lucen fuera de tiempo, aunque no se descarta la tentación autocrática alimentada por segundones cuya ambición puede más que el sentido de patria.


Es el momento de iniciar, vía una asamblea constituyente, una reforma profunda de nuestra Constitución. Una que nazca producto del compromiso con formas democráticas avanzadas y perfectibles, que no sea partidaria, que no refleje los intereses de un sector político, sea éste partido, grupo de presión o de interés. Que sea un instrumento que emerja del consenso y no de la exclusión. Una Constitución en la que prime el fin supremo de fortalecer en la Nación los valores de libertad, justicia, igualdad, pluralismo, eficiencia, transparencia y participación; donde queden claros temas de debate soslayados en la agenda política, avasallados por el ruido de los momentos electorales como la igualdad material, la igualdad formal, los derechos y libertades, la dignidad, los principios de legalidad y responsabilidad de los poderes públicos, las limitaciones que deben imponerse a la potestad pública, el desarrollo de valores superiores en el ordenamiento constitucional que garanticen el ejercicio de una ciudadanía plena en el marco de un instrumento legal superior, que sea baluarte en la defensa de derechos y deberes que garanticen el desarrollo nacional y la calidad de vida de los ciudadanos.


Reflexionemos señores del gobierno para que tantos hechos notorios de inseguridad y violación a los derechos de los ciudadanos y el rumor público, de una gestión de gobierno desacreditada, no precipite a la población a un levantamiento en que colapse nuestra frágil democracia.


Publicado en el Listín Diario, 26 de agosto de 2008

miércoles, 20 de agosto de 2008

La reelección

La reelección
Julio Mariñez Rosario


Asistimos a la toma de posesión del tercer mandato del presidente Leonel Fernández. Un ejemplo más de un cuestionado triunfo electoral, al que ya muestra que no corresponde a un éxito político. Y la afirmación se sustenta en la tradición política de Latinoamérica.

Generalmente, la reelección se percibe en nuestra región iberoamericana como una desviación personalista. De allí que los políticos que buscan formalizar gobiernos sobre la base de instituciones consolidadas han promovido constituciones que impiden el mandato interminable de una persona o claque gobernante. Pero hoy vemos que Latinoamérica pareciera que vuelve sobre pasos transitados, los cuales no presentan, salvo el caso coyuntural de Colombia, buenos resultados.

Alberto Fujimori, en Perú, forzó una reforma en 1993 que en 1995 le permitió presentarse y ganar unas elecciones altamente cuestionadas. Luego maniobró sobre la base de un artilugio jurídico, con poderes públicos mediatizados, y sobre la base de una denominada “interpretación autentica” de la constitución, para presentarse a una segunda reelección. Los resultados son hartos conocidos: triunfo electoral cuestionado, crisis política, huida al Japón y hoy sometido a la justicia peruana por diversos delitos.

El gobierno de Carlos Saúl Menem, en Argentina, se aventuró a la reelección. En 1996, dos años después de Menem, su par brasileño, Fernando Henrique Cardoso, igualmente ambicionó alargar en el tiempo su posición de poder. Ambos experimentos fueron desastrosos, más para Argentina que para Brasil, ya que Lula da Silva ha resultado un estadista que supo superar la crisis económica que heredó del segundo gobierno de Cardoso.

Latinoamérica transita temerosa hacia la reelección. Catorce de dieciocho países latinoamericanos permiten la reelección de una u otra manera, aunque no indefinida. Ecuador y Costa Rica, países que hasta 1998 el primero, y el 2003 el segundo, la impedian, retornaron a la reelección en sendos periodos consecutivos.

La experiencia de Colombia y Venezuela aparecen contradictorias. En Colombia se argumenta que las derrotas que han sufrido las FARC y otros grupos insurgentes se deben en buena medida a la continuidad de una política de enfrentamiento al fenómeno narcoguerrillero. O sea, un argumento coyuntural. En Venezuela, tras aceptarse en la constitución de 1999, el pueblo venezolano le dijo no a la reelección indefinida. O sea, que el pueblo considera que un proceso de cambio no puede sustentarse en un solo dirigente ya que sería efímero.

El vaivén de la política latinoamericana ha colocado la reelección en el tapete de la discusión pública. No se ha aceptado la reelección indefinida. Evidentemente la reelección parcial ha sido aceptada presionada por factores coyunturales que motivan decisiones circunstanciales. Hasta ahora la historia ha dejado mal parados a los reeleccionistas y, salvo el experimento colombiano que tiene características sui generis, la reelección no es un sistema que le brinde estabilidad y prosperidad a ningún pueblo regido por un sistema presidencialista de gobierno. Esperemos que el presidente Fernández no escuche a la claque gobernante y no someta al país a una crisis mayor de la que ya estamos sufriendo aspirando a perpetuarse en el poder.


Publicado en el Listín Diario, 20 de agosto de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

Encuentro en Leticia, Colombia

Encuentro en Leticia, Colombia
Julio Mariñez Rosario


La pequeña población de Leticia, ubicada en el extremo sur de Colombia, capital del departamento de Amazonas, con alrededor de 35,000 habitantes, punto fronterizo de Brasil, Perú y Colombia, fue el escenario principal de la celebración del 198 aniversario de la Independencia de Colombia, el pasado 20 de julio.

En Leticia se dieron cita los presidentes Inacio Lula da Silva, de Brasil, Alan García, de Perú, y el anfitrión colombiano, Álvaro Uribe. Ese día, en más de un millar de ciudades colombianas y del mundo hubo manifestaciones exigiendo a las FARC la liberación de los secuestrados. Fue una expresión mundial de repudio a la barbarie y a quienes la apoyan, directa o argumentando, sutil o abiertamente, a favor de los insurrectos.

En Leticia estuvieron presentes componentes militares de las Fuerzas Armadas de Brasil y Perú. Allí el presidente Lula anunció el ingreso de Colombia al Consejo de Defensa Sudamericano tras notificar la firma de acuerdos entre los militares brasileños y colombianos -lo que hará próximamente el Presidente peruano- para enfrentar a la guerrilla y el narcotráfico en sus fronteras. Los pactos van hasta la construcción de aviones de combate en forma conjunta. Según fuentes informativas, altos funcionarios brasileños señalaron que “Colombia es nuestro natural aliado, hasta que se transparente la seguridad jurídica y los derechos adquiridos de la propiedad privada y los derechos democráticos le sean respetados, a los cerca de cuatrocientos candidatos a cargos de gobernadores estatales, congresuales y municipales en la República Bolivariana de Venezuela. Hoy por hoy, la falta de seguridad para la inversión depende de que un día el presidente Chávez, por una puntada genital, decida nacionalizar, cerrar o multar antojadizamente la posesión ciudadana. El reclamo de transparencia democrática de la Internacional en su último congreso, sigue pendiente.

¿Cómo podemos interpretar esto? Mucho se ha escrito sobre la existencia de dos izquierdas en Latinoamérica: una democrática, plural, abierta al diálogo, que representan los presidentes Lula, Bachelet y Tabaré, de Brasil, Chile y Uruguay. Otra altisonante, provocadora y enclavada en los sueños revolucionarios de los años sesenta, representada por Chávez y Ortega, de Venezuela y Nicaragua. Mientras los primeros buscan consolidar un mercado latinoamericano en función de fortalecer el aparato productivo de cada país y generar riqueza que puedan distribuir y paliar la pobreza; los otros pretenden seguir levantando consignas guerreras, convocando milicias de autómatas, sin derecho a disentir, como si la guerra de Vietnam estuviese en pleno acontecimiento; posiblemente, los recursos con que la naturaleza les premió y que en nada son productos del esfuerzo de esos aguerridos fanáticos del poder por el poder.

El PRD tiene que observar con sentido crítico la realidad del socialismo democrático latinoamericano, amalgamarse con el pensamiento profundamente democrático de José Francisco Peña Gómez, alinearse con la izquierda democrática progresista, la nueva corriente política de los liberales de Washington, y no caer en los cantos de sirenas de quienes pretenden embarcarnos en la aventuras de un populismo de izquierda, sin horizonte ideológico, aupados por seudo intelectuales bien remunerados en las nominas ocultas que se pagan con la factura petrolera que, finalmente, nosotros y nuestros descendientes, tendremos que honrar.


Publicado en el Listín Diario, 13/08/2008

jueves, 7 de agosto de 2008

Alan García, el joven, el experto

Alan García, el joven, el experto
Julio Mariñez Rosario


Alan García, el actual presidente del Perú, ha transitado dos vertientes políticas signadas por el fracaso y el éxito. Ambas se identifican con el Alan Joven, inexperto, fogoso, impulsivo; y la otra con el Alan experimentado, juicioso, pausado, firme, exigente y con un horizonte de ideas claras.
Todo un ejemplo aprendido, para aquellos quienes pretenden imponer alternativas solamente basándose en la primavera generacional. Alan el joven gobernó el Perú entre 1985 y 1990.


Tenía 36 años cuando asumió la Presidencia de la República de un país inmerso en un profundo conflicto donde lo social y el terrorismo se confundían, creando situaciones verdaderamente complejas que exigían visión profunda y el pulso firme de un estadista.


Pero el joven Alan García no actuó con el librito en la mano, para utilizar un término beisbolero. Implementó una política que generó muchos aplausos y fuegos artificiales en la clase conservadora, por el amago de un populismo centroizquierdista, todo esto desembocó en una grave crisis que expuso casi a la desaparición al legendario partido de Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana).


Aplicó medidas como la restricción del pago de la deuda exterior, el rechazo a los organismos multilaterales y la limitación de las importaciones. El término llegó cuando intentó nacionalizar la banca. ¿En qué medida toda esa política ayudó al fortalecimiento del grupo terrorista Sendero Luminoso?


No podríamos decirlo; pero lo que es cierto es que se agigantó el movimiento guerrillero y Alberto Fujimori construyó un liderazgo. El sistema electoral peruano, la condición del APRA como partido histórico, aunque disminuido, la crisis permanente y los desmanes de Fujimori, llevaron a Alan García a tener una segunda oportunidad.


Ahora es un Presidente que lleva adelante un plan de austeridad, doloroso pero necesario, ha emprendido grandes proyectos económicos buscando darle al Perú nuevas fuentes de riqueza, ha reestructurado las relaciones diplomáticas.


El ejemplo de Alan García es esclarecedor en cuanto a lo que un político novel puede hacer sobre la base de su buen carisma y su poca experiencia. De allí que la ruta para atacar problemas sociopolíticos no es hurgar en la agenda de las generaciones, sino buscar la experiencia y saberla combinar con el fuelle potencial inagotable de una mocedad que entienda que el conocimiento, la prudencia y el trabajo son el único camino seguro, que guiará a la juventud dominicana al poder político. Lo necesitamos.


Publicado el día 04 de agosto de 2008, en el Listín Diario