martes, 13 de julio de 2010

¡Llegó Quisling!

¡Llegó Quisling!
Julio Mariñez

Quisling, en los países escandinavos, es sinónimo de traidor. Vidkun Quisling fue un político noruego activo colaboracionista de los nazis. Durante la Segunda Guerra Mundial llegó a presidir el gobierno noruego que colaboró con las tropas de ocupación de Hitler. Su destino final fue ser sentenciado a morir fusilado, hecho que ocurrió el 24 de octubre de 1945 en la Fortaleza de Akershug, en Oslo.

Quisling se identifica más con la traición de los políticos que le dan la espalda a sus ideas, partidos o país. Judas, el otro personaje que la historia lo tiene como prototipo del traidor, tiene su descargo en los Evangelios apócrifos de Judas. Su acción se pretende justificar para el logro de Cristo y del Cristianismo: aducen que sin Judas no hubiese sido posible el rumbo que tomo la historia. No es el tema de este trabajo, por ello no vamos a profundizar en él. Preferimos centrarnos en Quisling y en los “Quisling” dominicanos.

En nuestra agresiva política local hablamos constantemente de transfugismo, violación de preceptos fundamentales de la democracia y revisión ideológica. El transfugismo no se puede calificar sin estudiar cada caso en particular. Hay casos de casos. Lo que no se puede aceptar es que figuras estelares de un gobierno, quienes han ejercido el poder real bajo el amparo protector del Primer Magistrado nacional, aparezcan ahora como ex recaudadores privilegiados ó senadores de facto en provincias valuartes del PRD, prestándose con su concurso a entregar los ingresos del estado a una vendetta política que no sólo atenta contra las posibilidades de su partido de origen, sino contra los principios que sustentan el libre ejercicio de la democracia. De esta manera llegamos a la segunda cuestión: violación de preceptos fundamentales de la pluralidad. Y es que de continuar la práctica ofensiva contra el desarrollo democrático, le hacemos un flaco servicio a los partidos y dirigentes que apuestan a la democracia verdadera aunque momentáneamente se benefician mercaderes con ropajes de políticos y comprometen el futuro democrático de nuestro país.

El tercero es darle la espalda a los principios fundamentales de una organización política por una irracional apetencia personal. El PRD se desdibujó cuando algunos de sus miembros, prevalidos de una circunstancia de poder, modificó la Constitución Nacional, resultando Leonel Fernández ganador del desaguisado entuerto.

Así que debemos valorar los hechos y los espacios políticos. Si queremos retornar al poder, es preciso encontrarnos con nuestros valores. Ratificar el compromiso que firmó Miguel Vargas Maldonado, en las elecciones pasada, de no optar por la reelección en caso de salir triunfador. Reencontrarnos con la sociedad y no permitir volver a unos resultados electorales rayanos al 30%, algo nunca visto en el PRD, desde la división de 1990 con Jacobo Magluta.

Hoy estamos en un momento crucial de nuestra historia política. El único camino es extirpar el quislerismo como práctica aceptada y aplaudida como valor. Es tiempo de dar un salto hacia adelante. No nos dejemos engañar por el oropel de la publicidad y el atropello verbal, de este gobierno peledeista, para esconder la corrupción administrativa, la inseguridad ciudadana, y la percepción de narcoestado que se vive en R.D.

Aquí y ahora, lo único que ha llegado es, con unidad y transparencia ¡el tiempo del PRD!

La mala práctica

La mala práctica
Julio Mariñez

Un rápido paseo por la prensa, tanto en su sección internacional como nacional, nos llena de pesadumbre al percibir que las cosas no marchan bien.

A nivel internacional observamos como en Latinoamérica, a despecho de los índices de crecimiento económico, la brecha de desigualdad no se reduce realmente. En algunos países, como Chile, amplios sectores alcanzan elevarse en la escala social; pero se enfrentan a nuevos retos que le depara un mundo competitivo en el cual el acceso a la información no los rescata de la incertidumbre del mercado neoliberal.

En otros, el crecimiento es más lento que la suma de nuevos pobres. La educación se masifica pero pierde en calidad. Crea expectativas que luego, inmensas masas, no pueden satisfacer ya que realmente poseen títulos pero no herramientas para transitar con éxito los exigentes retos de la vida contemporánea y los hunde en un mundo de contradicciones y frustraciones.

Los países que se catalogan de avanzados o desarrollados se encuentran en un ciclo que pareciera largo (Nicolai Kondrantieff), por lo intermitente, de crisis económica aderezado con el tema del terrorismo, que aunado al bombardeo de la información y graves problemas de desviación social en sus generaciones jóvenes y de mediana edad, crean niveles de estrés que preocupan a dirigentes y estudiosos de la sociedad.

Aquí en nuestro medio caribeño y asoleado, nos enfrentamos a muchos de los problemas que aquejan al mundo que nos rodea. Con un agravante. Que estamos contagiados con el virus de la inarmonía que afecta a vecinos cercano como Colombia, Ecuador, Nicaragua, Perú o Venezuela. La experiencia de esos países nos enseña que sin dialogo entre las partes en pugnas, más allá de los sectores políticos, ponen entredicho la posibilidad de soluciones reales en plazos que se puedan considerar de corto o mediano tiempo.

Aquí se impone un gran dialogo nacional. Que participen todos los sectores sociales. Partidos, académicos, gremios, económicos, sindicatos, vecinales, entre otros. Que representen al conjunto de la sociedad: pobres, clases medias y altas.

La suerte que corre la democracia dominicana no será venturosa si transita sobre rieles de autoritarismo, ilegitimidad y desequilibrio económico y exclusión social. Los índices de crecimiento que se presentan a los organismos internacionales no se refleja en pan en la mesa del dominicano pobre y en oportunidades que reduzca la emigración de cerebros que son necesarios para el desarrollo de nuestro país.

Las últimas elecciones congresuales y municipales pusieron al descubierto muchas deficiencias del sistema político dominicano. Hay un mensaje imperativo que subyace en la gran mayoría del pueblo, para garantizar la paz ciudadana. Participemos todos en el surgimiento de la esperada Ley de Partidos y una nueva JCE imparcial y cambiar, para no recorrer el mismo sendero de vecinos cercanos.