Julio Mariñez Rosario
Un hecho recurrente que nos diferencia a los países latinoamericanos de los europeos, EEUU, Canadá, China, India y otros en desarrollo, es la visión de Estado en el accionar de sus gobiernos. El mundo contemporáneo se mueve y se traslada rápidamente, y los gobiernos de estos Estados tienen una política coherente, más allá del partido que lidere, la Administración Pública, y con un horizonte bien claro, de por lo menos un siglo.
El caso de la Unión Europea es definitorio. Tienen conocimiento total de los problemas que afrontan en estos momentos.
Pero lo visualizaban desde hace mucho tiempo. Sabían que la prosperidad de Europa era como miel en panal, que atraería inmensas masas humanas del tercer mundo buscando calidad de vida. Y tenían plena conciencia de que debían dejar entrar suficiente capital humano para atender las exigencias del desarrollo.
Tenían ideas claras de la irrupción de economías emergentes como los Tigres Asiáticos, China e India, que los transformaría en competidores directos de sus economías. Observan el desenvolvimiento del mercado energético y vienen trabajando, desde hace décadas, en fuentes alternativas. Reconocen que la escasez de alimentos pronto hará crisis.
Frente a tantos problemas se plantean crecer dentro de Europa, incorporando nuevos territorios a la Unión, e igualmente, crear un anillo que proteja sus políticas, coadyuve a enfrentar lo que ahora comienza a ser problemas importantes como la inmigración no controlada, la apertura de nuevos mercados y el suministro de alimentos.
En 1995 crean la Asociación EuroMediterránea que agrupa a los países de la UE más los 10 de la ribera sur del Mediterráneo: Argelia, Palestina, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Marruecos, Siria, Túnez y Turquía. Además, Rumania, Bulgaria y Croacia, como estados aspirantes en ese momento a ingresar a la UE, y como observadores permanentes Libia, Mauritania, la Liga Árabe y otros organismos multilaterales. En ese momento buscaron desarrollar una zona de libre mercado, apuntalando logros culturales, económicos y de desarrollo humano.
Muchos años de antagonismos se encontraron y dieron inicio a un proceso de integración que ahora el presidente francés Nicolás Sarkozy, relanza con renovado impulso. El tema reviste tanto interés, que en un comienzo Sarkozy pretendió que la integrasen sólo los socios comunitarios ribereños del Mediterráneo.
Dada su importancia, la canciller alemana Angela Merkel, encabezó la corriente opuesta de apertura de esa instancia a todos los miembros de la UE - tesis que se impuso-. Desde el 1 de julio en curso, al asumir Francia la presidencia de aquella por seis meses, Sarkozy desplegó sus mayores esfuerzos para concretar en París la Unión del Mediterráneo (UM), abierta ahora a todos los países de la UE.
Mientras en América Latina vamos a paso de tortuga con los procesos de integración, se debilita la exitosa experiencia de la Comunidad Andina y se desvirtúa el Mercosur con un populismo antiimperialista, sin horizonte ideológico propio del siglo XIX. los países europeos cierran negocios con sus vecinos para afrontar la crisis que ya está aquí.
Es la diferencia entre el vuelo gallináceo de algunos actores de opereta que sólo buscan el poder por el poder, dejando abandonado el ejemplo de aquellos hombres que tienen visión de Estado, virtud y sentimientos patrióticos realistas.
Frente a este escenario nos quedamos de piedra ante el Gran Caribe. Millones de personas compartimos el mar Caribe y laboramos muy poco en común por una mejor calidad de vida colectiva. Nuestra potencialidad agrícola, de pequeñas y medianas industrias y agroindustrias incluidas, tiene en esta región el mercado seguro. Sólo falta la iniciativa de un gobierno con visión democrática de largo alcance que conduzca al país por el sendero positivo de un desarrollo sostenible.
El ejemplo de la mancomunidad mediterránea demuestra que el desarrollo del Caribe, no es una utopía.
Publicado en el Listín Diario, martes 29 de julio de 2008
1 comentario:
Muy buen articulo... felicidades....
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