Julio Mariñez Rosario
Alan García, el actual presidente del Perú, ha transitado dos vertientes políticas signadas por el fracaso y el éxito. Ambas se identifican con el Alan Joven, inexperto, fogoso, impulsivo; y la otra con el Alan experimentado, juicioso, pausado, firme, exigente y con un horizonte de ideas claras.
Todo un ejemplo aprendido, para aquellos quienes pretenden imponer alternativas solamente basándose en la primavera generacional. Alan el joven gobernó el Perú entre 1985 y 1990.
Tenía 36 años cuando asumió la Presidencia de la República de un país inmerso en un profundo conflicto donde lo social y el terrorismo se confundían, creando situaciones verdaderamente complejas que exigían visión profunda y el pulso firme de un estadista.
Pero el joven Alan García no actuó con el librito en la mano, para utilizar un término beisbolero. Implementó una política que generó muchos aplausos y fuegos artificiales en la clase conservadora, por el amago de un populismo centroizquierdista, todo esto desembocó en una grave crisis que expuso casi a la desaparición al legendario partido de Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana).
Aplicó medidas como la restricción del pago de la deuda exterior, el rechazo a los organismos multilaterales y la limitación de las importaciones. El término llegó cuando intentó nacionalizar la banca. ¿En qué medida toda esa política ayudó al fortalecimiento del grupo terrorista Sendero Luminoso?
No podríamos decirlo; pero lo que es cierto es que se agigantó el movimiento guerrillero y Alberto Fujimori construyó un liderazgo. El sistema electoral peruano, la condición del APRA como partido histórico, aunque disminuido, la crisis permanente y los desmanes de Fujimori, llevaron a Alan García a tener una segunda oportunidad.
Ahora es un Presidente que lleva adelante un plan de austeridad, doloroso pero necesario, ha emprendido grandes proyectos económicos buscando darle al Perú nuevas fuentes de riqueza, ha reestructurado las relaciones diplomáticas.
El ejemplo de Alan García es esclarecedor en cuanto a lo que un político novel puede hacer sobre la base de su buen carisma y su poca experiencia. De allí que la ruta para atacar problemas sociopolíticos no es hurgar en la agenda de las generaciones, sino buscar la experiencia y saberla combinar con el fuelle potencial inagotable de una mocedad que entienda que el conocimiento, la prudencia y el trabajo son el único camino seguro, que guiará a la juventud dominicana al poder político. Lo necesitamos.
Publicado el día 04 de agosto de 2008, en el Listín Diario
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