Julio Mariñez Rosario
La pequeña población de Leticia, ubicada en el extremo sur de Colombia, capital del departamento de Amazonas, con alrededor de 35,000 habitantes, punto fronterizo de Brasil, Perú y Colombia, fue el escenario principal de la celebración del 198 aniversario de la Independencia de Colombia, el pasado 20 de julio.
En Leticia se dieron cita los presidentes Inacio Lula da Silva, de Brasil, Alan García, de Perú, y el anfitrión colombiano, Álvaro Uribe. Ese día, en más de un millar de ciudades colombianas y del mundo hubo manifestaciones exigiendo a las FARC la liberación de los secuestrados. Fue una expresión mundial de repudio a la barbarie y a quienes la apoyan, directa o argumentando, sutil o abiertamente, a favor de los insurrectos.
En Leticia estuvieron presentes componentes militares de las Fuerzas Armadas de Brasil y Perú. Allí el presidente Lula anunció el ingreso de Colombia al Consejo de Defensa Sudamericano tras notificar la firma de acuerdos entre los militares brasileños y colombianos -lo que hará próximamente el Presidente peruano- para enfrentar a la guerrilla y el narcotráfico en sus fronteras. Los pactos van hasta la construcción de aviones de combate en forma conjunta. Según fuentes informativas, altos funcionarios brasileños señalaron que “Colombia es nuestro natural aliado, hasta que se transparente la seguridad jurídica y los derechos adquiridos de la propiedad privada y los derechos democráticos le sean respetados, a los cerca de cuatrocientos candidatos a cargos de gobernadores estatales, congresuales y municipales en la República Bolivariana de Venezuela. Hoy por hoy, la falta de seguridad para la inversión depende de que un día el presidente Chávez, por una puntada genital, decida nacionalizar, cerrar o multar antojadizamente la posesión ciudadana. El reclamo de transparencia democrática de la Internacional en su último congreso, sigue pendiente.
¿Cómo podemos interpretar esto? Mucho se ha escrito sobre la existencia de dos izquierdas en Latinoamérica: una democrática, plural, abierta al diálogo, que representan los presidentes Lula, Bachelet y Tabaré, de Brasil, Chile y Uruguay. Otra altisonante, provocadora y enclavada en los sueños revolucionarios de los años sesenta, representada por Chávez y Ortega, de Venezuela y Nicaragua. Mientras los primeros buscan consolidar un mercado latinoamericano en función de fortalecer el aparato productivo de cada país y generar riqueza que puedan distribuir y paliar la pobreza; los otros pretenden seguir levantando consignas guerreras, convocando milicias de autómatas, sin derecho a disentir, como si la guerra de Vietnam estuviese en pleno acontecimiento; posiblemente, los recursos con que la naturaleza les premió y que en nada son productos del esfuerzo de esos aguerridos fanáticos del poder por el poder.
El PRD tiene que observar con sentido crítico la realidad del socialismo democrático latinoamericano, amalgamarse con el pensamiento profundamente democrático de José Francisco Peña Gómez, alinearse con la izquierda democrática progresista, la nueva corriente política de los liberales de Washington, y no caer en los cantos de sirenas de quienes pretenden embarcarnos en la aventuras de un populismo de izquierda, sin horizonte ideológico, aupados por seudo intelectuales bien remunerados en las nominas ocultas que se pagan con la factura petrolera que, finalmente, nosotros y nuestros descendientes, tendremos que honrar.
Publicado en el Listín Diario, 13/08/2008
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